Llevo
algún tiempo comentando en reuniones y en conversaciones que a
España se nos está aplicando la doctrina del shock desde
hace algún tiempo.
En
2007 la periodista Naomí Klein escribió el libro Doctrina
del Shock. Auge del capitalismo del desastre.
Dos años después Michael
Winterbottom, Mat Whitecross dirigieron un documental de igual nombre, basado en la obra de Klein.
En ambos casos es una historia alternativa a la oficial de cómo se
han ido extendiendo las tesis neoliberales, creadas por Milton
Friedman.
Klein
dice en la introducción de libro lo siguiente:
“Durante
más de tres décadas, Friedman y sus poderosos seguidores habían
perfeccionado precisamente la misma estrategia: esperar a que se
produjera una crisis de primer orden o estado de shock, y luego
vender al mejor postor los pedazos de la red estatal a los agentes
privados mientras los ciudadanos aún se recuperan del trauma, para
rápidamente lograr que las “reformas” fueran permanentes”.
Para
reforzar esta tesis Klein reproduce dos citas de Friedman:
“sólo
una crisis -real o percibida- da lugar a un cambio verdadero. Cuando
esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de
las ideas que flotan en el ambiente. Creo que esa ha de ser nuestra
función básica desarrollar alternativas a las políticas
existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo
políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable”.
“una
nueva administración disfruta de seis a nueve meses para poner en
marcha cambios legislativos importanates; si no aprovecha la
oportunidad de actuar durante ese periodo concreto, no volverá a
disfrutar de ocasión igual”.
En
mi opinión estas tres citas se corresponden a lo que está
ocurriendo en nuestro país desde hace algún tiempo, y especialmente
en los últimos meses.
La última de las citas de Friedman está escrita en 1984, un año después -en otro capítulo del libro de Klein, se cuenta cómo- se realizó el shock en Bolivia, que posee ciertos parecidos razonables con lo que se está viviendo en España desde que Rajoy está en el gobierno.
Según cuenta Naomi Klein en el “Capítulo 7. “El nuevo doctor Shock””, en Bolivia se produjeron unas elecciones en 1985, en el contexto de una situación del país con una gran deuda externa y de una situación hiperinflaccionista, en las que venció Víctor Paz Estenssoro, quien en los años cincuenta había encabezado una revolución popular.
La última de las citas de Friedman está escrita en 1984, un año después -en otro capítulo del libro de Klein, se cuenta cómo- se realizó el shock en Bolivia, que posee ciertos parecidos razonables con lo que se está viviendo en España desde que Rajoy está en el gobierno.
Según cuenta Naomi Klein en el “Capítulo 7. “El nuevo doctor Shock””, en Bolivia se produjeron unas elecciones en 1985, en el contexto de una situación del país con una gran deuda externa y de una situación hiperinflaccionista, en las que venció Víctor Paz Estenssoro, quien en los años cincuenta había encabezado una revolución popular.
Diecisiete
días después de asumir el cargo, Paz Estessoro tenía en sus manos
un plan de shock,
que tomaba como base una propuesta del economista norteamericano
Jeffrey Sachs. Este plan preveía; eliminación se subsidios;
anulación de controles de precios; congelación de sueldos a los
funcionarios; duros recortes en el gasto del Estado, abrir las
fronteras a las importaciones; y reducción de plantilla en las
empresas estatales como paso previo a su privatización (KLEIN, p.
199). Tres semanas después se aprobó en el gobierno el plan.
Automáticamente empezaron las protestas en la calle, produciéndose
un incremento de la represión con la utilización del ejército; “La
policía antidisturbios organizó redadas en los locales de los
sindicatos, en la universidad y en una emisoria de radio, así como
en diversas fábricas”
(KLEIN p.206), se llegaron a detener y trasladar a dirigentes
sindicales en campos de internamiento en la amazonía hasta que los
sindicatos desconvocasen las protestas.
Aunque ni Rajoy ha sido un revolucionario nunca, ni el ejército ha participado en la represión contra las protestas ciudadanas ni han habido campos de internamiento; sí hay rasgos coincidentes entre el shock boliviano de 1985 y el español de 2012. A saber:
Aunque ni Rajoy ha sido un revolucionario nunca, ni el ejército ha participado en la represión contra las protestas ciudadanas ni han habido campos de internamiento; sí hay rasgos coincidentes entre el shock boliviano de 1985 y el español de 2012. A saber:
- Un presidente que gana las elecciones prometiendo un programa y que recibe el apoyo electoral de la población.
- Un presidente que días después de la toma del cargo (en el caso de Rajoy diez días) anuncia un paquete de medidas que van en contra de lo prometido antes de las elecciones.
- Al anuncio de que todos los viernes habrá más reformas (generando una situación de angustia en la ciudadanía de forma permanente; el shock en estado puro), además de mensajes contradictorios.
- La respuesta ciudadana se encuentra con un incremento de la represión; detenciones de sindicalistas durante la huelga general; cargas de antidisturbios contra estudiantes de secundaria (Valencia) y mineros (Asturias); amenazas sobre quién convoque actos por las redes sociales o el levantamiento de la acampada en Sol.
Una
de las acusaciones que se hacían anteriormente a Zapatero y ahora a
Rajoy es la de improvisar, en mi humilde opinión creo que no es sino
una forma de transmitir desasosiego en la población; de que la
población no sepa por dónde la va a venir el próximo palo, porque
no sabe qué hará el gobierno, porque este da la sensación que
tampoco sabe qué hace. Inseguridad que genera miedo y con él el
Shock.
Ya
se publicó en rebelión.org en febrero de 2010 un artículo de Jesús Sánchez Rodríguez en el que advertía de la doctrina del
shock
en la España de Zapatero, decía ese artículo:
“La
situación de shock, en el caso de España, lo representa sobre todo
la elevada cifra de paro, la velocidad con la que se ha creado y la
ausencia de un proyecto claro para revertir la situación. En su
excelente libro, esta autora (Naomi
Klein)
describe la aplicación de esta doctrina durante los decenios en que
tuvo lugar el ascenso y dominio del neoliberalismo”
Lo
cierto es que desde Jesús Sánchez escribió estas palabras hemos
sufrido tres fases del shock; la que describe en el artículo
con el paro como eje; después desde mayo de 2010, tras la
intervención en Grecia, que trajo el paquete de medidas (congelación
de pensiones, recorte salarial de funcionarios, retirada del
cheque-bebé,...), semanas después la reforma laboral, el anuncio de
privatización parcial de AENA y Lotería Nacional, la utilización
por primera vez del estado de emergencia (en un conflicto laboral),
el retraso de la edad de jubilación a los 67 años, y todo esto
acompañado de la sensación de improvisación del Gobierno.
La llegada de Rajoy al gobierno y sus anuncios de los “viernes de recortes” sería ya una nueva fase en el que la sensación de improvisación deja paso a la de la conciencia de la mentira contada y a la situación permanente de inseguridad por la reformas y con la prima de riesgo como telón de fondo.
Y desde el sábado entramos en lo que será una nueva etapa en el que será el rescate la excusa para generar el miedo y el estado de shock.
La llegada de Rajoy al gobierno y sus anuncios de los “viernes de recortes” sería ya una nueva fase en el que la sensación de improvisación deja paso a la de la conciencia de la mentira contada y a la situación permanente de inseguridad por la reformas y con la prima de riesgo como telón de fondo.
Y desde el sábado entramos en lo que será una nueva etapa en el que será el rescate la excusa para generar el miedo y el estado de shock.
El
shock no es inevitable, ahí están los cambios como los
pueblos de América Latina, los primeros en sufrir los shock y
hoy referente de políticas antineoliberales y socialistas; el saqueo
tampoco ha podido con la revolución islandesa, que tras juzgar a sus
banqueros y políticos entregados a estos, está creciendo
económicamente.
La
única forma de oponerse a la doctrina del shock
es en su primer momento saber de su existencia;
lo
que sucede en Europa no es un castigo del dios Mercado (que no
existe) sino producto del choque de intereses entre los sectores más
ricos de la sociedad y el grueso de la población; lo que en el
lenguaje marxista se llama “lucha de clases”, en donde el 1% de
la población necesita explotar al 99%, por eso este tiene que estar
organizado y movilizado, para oponerse y construir una alternativa.