Hace unos días, la
prensa local se ha hecho eco de unas declaraciones del camarada
Galileo Florido, Coordinador Local de Izquierda Unida, sobre los objetivos de la organización de cara al año que se inicia, en dicho marco el Coordinador Local planteó para este año los criterios del "perfil de la persona que exige este contexto histórico y la sociedad cordobesa". La prensa local se hizo eco de esa rueda de prensa interpretando de que se trata de la designación de la persona. E incluso se pusieron a hacer descartes de nombres.
Más allá de ese titular, hay otra cuestión de la que los medios pasan de puntillas; y es la ruptura con el pasado institucional.
Más allá de ese titular, hay otra cuestión de la que los medios pasan de puntillas; y es la ruptura con el pasado institucional.
Efectivamente, ya es
tiempo de la reconstrucción. Lo acontecido en mayo de 2011, para
Izquierda Unida en Córdoba, fue “un desastre”, como en su día lo
definió Julio Anguita. Lo ocurrido fue grave desde el punto de vista
institucional, pero desde un punto de vista histórico cerraba una
etapa que se había iniciado allá por el año 1979. Y por eso ahora
debemos de afrontar la situación desde esta perspectiva histórica e
iniciar un nuevo ciclo histórico.
En los meses de reflexión
que siguieron a las últimas elecciones municipales hubo una mayoría
que señalaban los males de la última etapa de gobierno; eso que en
los medios le han llamado “rosismo”. Sin embargo, esas prácticas
que se vivieron son parte -degradada- del ciclo histórico iniciado
en 1979.
El peso que el PCE/IU de
Córdoba ha tenido en el terreno institucional ha hecho que conceptos
de la organización sobre la institución, que por la realidad en el
resto de España no han tenido tanta raigambre, en Córdoba sí lo
hayan tenido. Me explico, nosotros hemos sido en los casi 34 años de
ayuntamientos democráticos gobierno en 28. Eso nos ha dado una
actitud demasiado políticamente convencional, puesto que somos,
éramos, partido de gobierno, y había que tener propuestas
políticamente correctas.
Este carácter institucionalista hunde sus raíces más profundas en la visión que los comunistas tenían sobre el actual régimen político en los años de la Transición, justo en el momento en el que el PCE gana las elecciones municipales en Córdoba (1979). Sobre esa visión me voy a referenciar en los artículos que escribí sobre el aniversario de la legalización del PCE y a raíz del fallecimiento de Santiago Carrillo.
Este carácter institucionalista hunde sus raíces más profundas en la visión que los comunistas tenían sobre el actual régimen político en los años de la Transición, justo en el momento en el que el PCE gana las elecciones municipales en Córdoba (1979). Sobre esa visión me voy a referenciar en los artículos que escribí sobre el aniversario de la legalización del PCE y a raíz del fallecimiento de Santiago Carrillo.
El PCE era un partido que
había sido ponente de la Constitución. Constitución que lleva sólo
cinco meses aprobada cuando se producen las elecciones municipales
de 1979. Esto hay que tenerlo en cuenta porque el Partido, en ese
momento confía en que el actual régimen político permite la
profundización democrática y el avance hacia el Socialismo. Además
está inmerso en la participación de la búsqueda de consensos que
consolidasen “La Democracia”.
Señalo esto porque en
ese contexto pactista de la Transición el gobierno municipal de
Córdoba en la primera legislatura fue de “unidad nacional”
integrado por todos los partidos con representación en el
Ayuntamiento -PCE, UCD, PSOE y PSA-, si bien sólo terminaron la
legislatura en el gobierno comunistas y andalucistas. Pero también
quiero recordar el respeto a las instituciones del Estado; quiero
recordar la invitación a la Corona para que inaugurase el Ayuntamiento
siendo Anguita Alcalde.
Cuando llevaba yo relativamente poco tiempo en el partido, finales de los noventa, un veterano camarada de mi agrupación, dijo algo así como que “aquellas elecciones (las de 1979) no las ganó Julio (Anguita) las ganó el Partido. Julio no era conocido. Las siguientes ya sí las ganó Julio”.
Cuando llevaba yo relativamente poco tiempo en el partido, finales de los noventa, un veterano camarada de mi agrupación, dijo algo así como que “aquellas elecciones (las de 1979) no las ganó Julio (Anguita) las ganó el Partido. Julio no era conocido. Las siguientes ya sí las ganó Julio”.
Esta reflexión encierra
por un lado el hecho de la fortaleza social del Partido y sus
alianzas sociales. El propio Julio manifiesta en su libro Corazón
Rojo como uno de los factores de la victoria electoral de 1979 la
alianza de un PCE fuerte con los cristianos de izquierdas en la
ciudad. Comunistas y cristianos conformaban una alianza en los
movimientos sociales (vecinal, sindical, juvenil, solidaridad, etc.)
que configuraba esa hegemonía de los valores de izquierdas, que se
manifestaba en lo institucional en el gobierno de la ciudad.
Por otro lado, la reflexión del camarada expone la aparición, para 1983, del factor del líderazgo y de la gestión municipal.
Por otro lado, la reflexión del camarada expone la aparición, para 1983, del factor del líderazgo y de la gestión municipal.
Se configura así una
ecuación exitosa; una organización enredada en el tejido social;
una alianza social que permitía una hegemonía de los valores de
izquierdas y una buena gestión; además de un respeto institucional;
y finalmente un referente personal querido en la ciudad.
Desaparecido este, con la dimisión de Julio en 1986, esa ecuación va cambiando, y empieza a priorizarse por encima de todo la gestión institucional. Una buena gestión en la institución bastaba para reproducirse en el gobierno; con lo que, consiguiente, la interlocución social pasaba de la organización a la institución.
Desaparecido este, con la dimisión de Julio en 1986, esa ecuación va cambiando, y empieza a priorizarse por encima de todo la gestión institucional. Una buena gestión en la institución bastaba para reproducirse en el gobierno; con lo que, consiguiente, la interlocución social pasaba de la organización a la institución.
Este nuevo modelo fue
válido hasta que los cambios en la sociedad española -y por ende
cordobesa- lo fueron haciendo inviable.
Tras la crisis de los primeros años noventa, muchos trabajadores que quedan en paro se transforman en autónomos o pequeños empresarios, y adquieren los valores individualistas neoliberales, y evolucionan hacia la derecha siendo el momento en el que las ciudades españolas -y Córdoba no es una excepción- se escora hacia la derecha; comienza la hegemonía electoral del PP tanto en España como en Córdoba. Sobre este cambio en España se puede profundizar en este enlace.
Tras la crisis de los primeros años noventa, muchos trabajadores que quedan en paro se transforman en autónomos o pequeños empresarios, y adquieren los valores individualistas neoliberales, y evolucionan hacia la derecha siendo el momento en el que las ciudades españolas -y Córdoba no es una excepción- se escora hacia la derecha; comienza la hegemonía electoral del PP tanto en España como en Córdoba. Sobre este cambio en España se puede profundizar en este enlace.
En las elecciones
municipales de 1995, por primera vez no es el PCE/IU la fuerza más
votada, sino el PP. Dado el enfrentamiento de aquellos años de entre
el PSOE e IU se hace imposible un acuerdo de gobierno entre ambos, y este recae en el PP.
La ecuación ahora había
de reinventarse; Sin el poder institucional no había posibilidad de
la reproducción a través de la buena gestión institucional. No
había un referente que pudiese convertirse en alcaldable dentro del
grupo municipal, máxime cuando el Alcalde saliente termina esa
legislatura en el PSOE.
En la organización se
empieza a instalar la idea de que la organización -esto es el
colectivo- es incapaz de recuperar la Alcaldía. Es por lo que, ante
esta situación, se trata de buscar a un dirigente conocido por la
ciudadanía a través de los medios; una persona que por su carisma
sirviese para atraer los votos perdidos, y de esa forma recuperar en
1999 la Alcaldía. Se genera así el germen del “rosismo”.
Y aquí hablo de mi experiencia propia. Mi primera Asamblea Local de IU fue aquella que se llamó en algún medio como “la batalla del Hesperia”, en diciembre de 1998. Fue aquella en la que se terminó de configurar el estilo “rosista”, en el que aprovechando ese sentimiento de búsqueda de un liderazgo fuerte, la alcaldable impuso su lista bajo la amenaza de “o me voy”. Y desconfiada la Asamblea del colectivo como forma de recuperar el Gobierno, esta, temerosa de perder las elecciones, aceptó el chantaje.
Entre 1999 a 2009 la situación ha sido compleja y se puede decir que no hubo ecuación. Me explico. Desde el primer minuto se entabla una pugna entre la institución y sectores de la organización -empezando por el propio PCA-. La primera actúa por independiente del conjunto de la organización. Por otro lado, los sectores de la organización tratan de influir y de ser coparticipes de las decisiones significativas.
Y aquí hablo de mi experiencia propia. Mi primera Asamblea Local de IU fue aquella que se llamó en algún medio como “la batalla del Hesperia”, en diciembre de 1998. Fue aquella en la que se terminó de configurar el estilo “rosista”, en el que aprovechando ese sentimiento de búsqueda de un liderazgo fuerte, la alcaldable impuso su lista bajo la amenaza de “o me voy”. Y desconfiada la Asamblea del colectivo como forma de recuperar el Gobierno, esta, temerosa de perder las elecciones, aceptó el chantaje.
Entre 1999 a 2009 la situación ha sido compleja y se puede decir que no hubo ecuación. Me explico. Desde el primer minuto se entabla una pugna entre la institución y sectores de la organización -empezando por el propio PCA-. La primera actúa por independiente del conjunto de la organización. Por otro lado, los sectores de la organización tratan de influir y de ser coparticipes de las decisiones significativas.
Aunque se mantienen las
políticas de izquierdas en la ciudad; participación ciudadana y
empresas públicas como señas de identidad más significativas; se empiezan a
mandar mensajes desideologizados -¿Nos acordamos de aquel lema “Con
Rosa no hay color”?- o
intentos de atraerse el voto se sectores que no son de izquierdas,
como cuando se pidió el voto a los que en su día habían votado por
Suárez;
o ciertas relaciones que molestaban dentro y fuera de la organización
en la izquierda social o gestos que rompían con los principios
ideológicos de la organización como cuando en 2002 se ofreció
Córdoba para una reunión europea sobre Defensa. La organización
era ignorada o no era capaz de hacerse escuchar.
Esta deriva
institucionalista, unido a la debilidad de los movimientos ciudadanos, que en muchos casos optaron por una crítica y un alejamiento de IU (no
siempre justas), fue erosionando nuestra base social. Todo esto,
sin perder de vista la hegemonía cultural -en la ciudad y en el
país- de los valores de derechas con los que debía campear el
Gobierno Municipal, que todo hay que decirlo. En un contexto
institucional en el que (excepción de la legislatura 2003-2007) el
PP era la primera fuerza institucional -a un escaño de la mayoría
absoluta- y el gobierno estaba compartido con el PSOE.
Y con un descontento creciente en la organización pero que nunca superó el chantaje al que se sometía al colectivo llegado el momento de las listas; el “o me voy”.
Y con un descontento creciente en la organización pero que nunca superó el chantaje al que se sometía al colectivo llegado el momento de las listas; el “o me voy”.
Cuando un día la Alcaldesa se levanta Consejera “la papeleta” era compleja para
la organización.
El compañero Andrés
Ocaña, nuevo Alcalde, dio un giro interesante para una nueva
relación entre la organización y la institución; y en relación con
la ciudadanía, pero la conjunción de factores llevó a la
materialización del desastre. La pérdida de hegemonía de los
valores de izquierdas ha sido tal que hasta un empresario imputado en
casos de corrupción y multado por el propio Ayuntamiento se
convierte en el líder de la segunda fuerza política municipal.
Hoy la ciudad vive, o
padece, aquello que nosotros manifestábamos durante la campaña; que
en mayo de 2011 había una confrontación entre dos modelos de
ciudad; el social y democrático creado por el PCE/IU y los
movimientos ciudadanos durante casi tres décadas frente al modelo
neoliberal del PP. Hoy ese modelo social y democrático se estádesmontando y siendo sustituido por uno no sólo neoliberal sino nacionalcatólico.
Lo ocurrido en mayo de 2011 cerró un ciclo histórico; un ciclo histórico basado desde el primer momento en la lógica institucional del actual régimen político.
Por eso me parece acertadísima las declaraciones realizadas por el Coordinador Local de IU, Galileo Florido. Se trata de convertirnos no en administradores de izquierdas de las instituciones sino en canales de las luchas sociales. Se trata de dar la batalla no sólo para tener el bastón de mando capitular sino para lograr la hegemonía de los valores de izquierdas; se trata de construir junto al poder institucional (o frente a él si es neoliberal) un poder popular para representar los intereses de la mayoría de la ciudadanía cordobesa, que somos las capas populares de la misma, en la línea descrita en su libro El libro rojo del poder popular por Javier Parra.
Lo ocurrido en mayo de 2011 cerró un ciclo histórico; un ciclo histórico basado desde el primer momento en la lógica institucional del actual régimen político.
Por eso me parece acertadísima las declaraciones realizadas por el Coordinador Local de IU, Galileo Florido. Se trata de convertirnos no en administradores de izquierdas de las instituciones sino en canales de las luchas sociales. Se trata de dar la batalla no sólo para tener el bastón de mando capitular sino para lograr la hegemonía de los valores de izquierdas; se trata de construir junto al poder institucional (o frente a él si es neoliberal) un poder popular para representar los intereses de la mayoría de la ciudadanía cordobesa, que somos las capas populares de la misma, en la línea descrita en su libro El libro rojo del poder popular por Javier Parra.
Hay quien esté en los
medios -y en los no medios- haciendo quinielas sobre quién podrá ser
la persona que encabece la lista en dos años vistos los titulares
que sacó la prensa; y es probable que se esté mirando en las
instituciones como es usual en los partidos burgueses; y cómo ha
sido también la lógica en muestra organización en el ciclo ya
finado. Pero, sin ser excluyente, el tener experiencia institucional
-es un capital político más- ahora, al inicio de este nuevo ciclo
debemos recordar que ni Julio Anguita ni ninguno de los que hicieron
posible la victoria de 1979 -fuesen o no en la lista- tenían
experiencia en la gestión municipal, ni eran líderes mediáticamente
conocidos, pero si eran militantes sociales en las luchas de la época
(en el tajo, en los barrios) y referentes en la defensa de los
valores de izquierda.
Este es el camino para
derrotar al neoliberalismo; dar un batalla de ideas en la lucha de la
calle y en la movilización, no junto a los conflictos de la
ciudadanía si no dentro del propio conflicto.