El pasado día 1 de mayo, publicaba Javier Parra en larepublica.es un artículo llamado “El PCE y el retorno del “leninismo”” . Este es un debate recurrente en los congresos del PCE, lo que demuestra, que aunque el paso de la denominación de “marxista-leninista” a “marxista revolucionario” se produjese hace más de un tercio de siglo, es un debate que no está cerrado. En mis más de quince años de militancia del PCE he pasado por cuatro procesos congresuales, y está “políticamente convocado” -en palabras del secretario general del PCE, José Luis Centella- el quinto, correspondiente al XIX Congreso, a celebrar a finales de este año.
Cada vez que ha surgido el debate en el proceso congresual, aquellos que quieren seguir manteniendo la definición del “marxismo revolucionario” tratan de enfocar el debate a una cuestión “semántica” (sic), es decir, reducen el tema a una simple sustitución de una palabra por otra, convirtiendo el debate ideológico (aparentemente) en una cuestión absurda, sobre la que no se debe de perder tiempo.
Hay otra refutación que consiste en señalar que la fórmula leninista es más restringida, mientras que la del marxismo revolucionario incluiría a otros teóricos marxistas, contraponiendo a reglón seguido a Lenin y a Gramsci. Este argumento omite dos datos importantes; el primero, que Gramsci era marxista-leninista, y que sus aportaciones no son contradictorias, en todo caso complementarias, a las de Lenin. El segundo elemento, es que el debate leninista es sobre el modelo organizativo de Partido, cuestión esta que no se debate al situar la cuestión en un enfrentamiento entre dos pensadores como Gramsci y Lenin. Esto sin mencionar la gran difamación para evitar un debate serio; la acusación de que el marxismo-leninismo es una creación estalinista.
Pero no quiero centrarme es ese planteamiento sino que quiero abordar el tema sobre una perspectiva histórica.
Podemos establecer como premisa básica de partida que la estrategia, el método, la organización y el modelo organizativo de esta son consecuencia del contexto histórico y respuesta a este.
Así el periodo de las grandes revoluciones del siglo XIX, con sus oleadas de 1820, 1830 y 1848, al que habría que añadir las unificaciones alemanas e italianas y terminar con la Comuna de París. Es el momento en que nace la utopía obrera; es el momento el que los obreros se lanzan a dar sus primeros pasos para reivindicar y plantear alternativas a la explotación capitalista; es la época del neobabefismo, del luddismo, del tradeunionismo, del cartismo, del blanquismo, del fourierismo y es la época del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, y también de El Capital. La forma de organizarse es diversa y adaptada a las pretensiones del grupo, pero es significativo el nombre de la organización más importante del periodo la Asociación Internacional de Trabajadores, la (Primera) Internacional. El nombre y la organización no reconoce las fronteras nacionales, sólo entiende intereses de clase, y su táctica es tanto "sindical" como revolucionaria.
En 1870 se unifican Alemania e Italia; en Versalles se proclama el Segundo Imperio Alemán. En París se vive la última revolución del siglo XIX, la Comuna, que acaba en masacre para los revolucionarios. Señalo estos dos acontecimientos pues tras ellos comienza la Belle Époque, una época de estabilidad política en Europa que durará más de cuarenta años, hasta la Primera Guerra Mundial. La burguesía había impuesto su sociedad; el capitalismo liberal en lo económico y el Estado-Nación liberal en lo político.
No es de extrañar, que en 1875, a cinco años de que se proclamase el Estado-Nación alemán, los socialistas alemanes creen una organización para actuar en el Estado-Nación, el Partido Socialdemócrata. La Internacional ya pertenecía a otra época: ahora se imponen las organizaciones nacionales -partidos y sindicatos-. Pero no es la única adaptación; la Segunda Internacional no será una organización sino un encuentro entre partidos nacionales; pero la adaptación más significativa es la siguiente.
Ante el éxito del Estado-Nación liberal surge, también en Alemania, la idea de que Marx había errado, y que la revolución no iba a tener lugar, sino que dentro del Estado-Nación liberal era posible realizar reformas que mejorasen las condiciones obreras y que llevasen al Socialismo: es el revisionismo. En paralelo en Francia se está debatiendo si entrar o no en el gobierno burgués. El revisionismo es pues la respuesta de un sector del movimiento obrero marxista al éxito burgués del Estado-Nación liberal, y tratan de influir en él, aún a costa de revisar a Marx. La respuesta a se la darán distintos teóricos marxistas como Rosa Luxemburgo o Lenin llamando la atención del carácter de clase del estado, y en consecuencia de la inviabilidad del revisionismo, y en consecuencia la vía revolucionaria de obtención del poder. En ese contexto, con ese fin, hay que entender el modelo organizativo planteado por Lenin; el modelo leninista de Partido.
El estallido de la Primera Guerra Mundial y la consiguiente Revolución Rusa, y más adelante la Gran Depresión, generan una nueva coyuntura que las organizaciones obreras tienen que acometer. La revolución se ve próxima, la confrontación de clases hace que las organizaciones obreras sean más combativas. La reacción de la burguesía, el fascismo, aparece como instrumento con el que frenar el ímpetu obrero. El modelo organizativo leninista, pensado para la lucha de clases, da resultado y al finalizar la Segunda Guerra Mundial el comunismo es la opción política hegemónica en Europa.
El estallido de la Primera Guerra Mundial y la consiguiente Revolución Rusa, y más adelante la Gran Depresión, generan una nueva coyuntura que las organizaciones obreras tienen que acometer. La revolución se ve próxima, la confrontación de clases hace que las organizaciones obreras sean más combativas. La reacción de la burguesía, el fascismo, aparece como instrumento con el que frenar el ímpetu obrero. El modelo organizativo leninista, pensado para la lucha de clases, da resultado y al finalizar la Segunda Guerra Mundial el comunismo es la opción política hegemónica en Europa.
Tanto es así, que Churchill, erigido en portavoz de la burguesía europea, pide ayuda a EEUU para crear el famoso "telón de acero" que evitase el avance del comunismo desde el esta a Europa Occidental. En esta se produce el "pacto social de posguerra", en el que los antiguos revisionistas aceptan el capitalismo keynesiano (modelo Estado del Bienestar), para años más tarde abandonar oficialmente el marxismo. Por otro lado, las burguesías europeas aceptan derechos sociales, asumibles por el capitalismo, con el fin de conservar la propiedad de los medios de producción. Estamos ante una nueva época dorada por los Estados-Nación liberales, ahora bajo la forma de "Estado social y democrático de derecho". Ya hemos visto la evolución de los socialdemócratas pero ¿Qué ocurre con los partidos comunistas?
Aquí hay que señalar una obviedad y otros tres elementos del contexto histórico; la obviedad es que no existe una fórmula inalterable de la revolución y el socialismo, por consiguiente estas son consecuencia de los contextos históricos y culturales de donde se producen. Los tres elementos son;
- Los partidos comunistas de Europa occidental había contribuido a configurar los regímenes políticos de sus países en esos "Estado sociales y democráticos de derecho".
- El anticomunismo contra la URSS cala en las sociedades de Europa occidental
- La URSS lanza la coexistencia pacífica con el fin de evitar una guerra nuclear, y relacionado con esto la tesis del policentrismo.
Todo esto explica la evolución hacia lo que se llamó Eurocomunismo en los principales partidos comunistas europeos, entre ellos el PCE. A saber, una vía al socialismo para los países desarrollados, en el que se aceptaba la participación en la Comunidad Económica Europea; en la que se hacían gestos de distanciamiento, cada vez más visibles, con respecto a la URSS; y un elemento importante, dado el éxito anticomunista de vincular el comunismo con dictadura (la URSS y los países del Este) el Eurocomunismo trata de buscar el reconocimiento de los otros partidos de sus países como partidos demócratas, obviando, en este complejo, que no necesitan más aval que la vida y sangre y esfuerzo que sus militantes en la lucha contra el fascismo en donde no tenían comparación con nadie. En esta carrera por distanciarse de la URSS y buscar el aval demócrata el PCF y el PCE renunciar a un concepto marxista como "la dictadura del proletariado" buscándose eufemismos en los que aparecían el concepto democracia. Y en el caso del PCE hay que entender en este contexto -más el nacional de la Transición- la sustitución del "marxismo-leninismo" por el "marxismo democrático y revolucionario" -fíjense en la necesidad de reforzar el concepto de democrático-. Este reforzamiento del concepto democrático lleva en Italia, tras caída del Muro de Berlín, a la refundación del Partido Comunista Italiano en Partido Democrático de la Izquierda -que termina integrándose en la socialdemocracia-, hoy integrado en el Partido Democrático junto a los restos de la democracia cristiana y la socialdemocracia.
El éxito del agitprop anticomunista -que no hizo distinciones en los esencial entre prosoviéticos y eurocomunistas (el capitalismo siempre supo que tanto uno como otro eran enemigos suyos)-; la teoría del "desmigajamiento de la clase obrera"; la implosión del campo socialista europeo (1989-1991); el tsumani neoliberal de los noventa; el pensamiento único y el "fin de la historia", lleva a una crisis de identidad de los comunistas europeos; y también, como bien explica Julio Anguita en su último libro "Conversaciones sobre la Tercera República" empieza a producirse una subordinación del "Estado social y democrático de derecho" a "los mercados". En los últimos años, esto es una obviedad. Los regímenes surgidos tras la Segunda Guerra Mundial, esos "Estados sociales y democráticos de derecho" hoy ya no existen; con las políticas del control del déficit y de la deuda se prioriza el interés de la oligarquía económica (de los capitalistas de siempre) sobre el interés de la mayoría de la sociedad; se establece una lucha entre los de arriba y los de abajo; se recrudece, en términos clásicos, la lucha de clases.
Y es en ese contexto, en el que debemos de definir cuál es el mejor modelo organizativo para estos tiempos; si uno pensado para la confrontación electoral, que parte de la premisa que el sistema va a permitir la construcción del Socialismo vía electoral; o si el Partido tendrá que organizarse, no pensando en una confrontación electoral, sino en una lucha de clases en el tajo.
Y es en ese contexto, en el que debemos de definir cuál es el mejor modelo organizativo para estos tiempos; si uno pensado para la confrontación electoral, que parte de la premisa que el sistema va a permitir la construcción del Socialismo vía electoral; o si el Partido tendrá que organizarse, no pensando en una confrontación electoral, sino en una lucha de clases en el tajo.